¡Bienvenidos a Cinema Cácaro!
Este sitio es el lugar indicado si deseas conocer acerca de los últimos estrenos del séptimo arte, además de conocer a los grandes clásicos que han marcado la historia de la cinematografía.
¡Porqué amamos al cine!
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Cine, horror y realidad. En muchas ocasiones, las películas que más nos aterran son aquellas que nos recuerdan los horrores de nuestra realidad. ¿Porqué es tan importante mostrar dichos miedos en pantalla?
Películas citadas (en orden de aparición):
"Poltergeist" (1982), Dir. Tobe Hooper
"The Frighteners" (1996), Dir. Peter Jackson
"The Texas Chainsaw Massacre" (1974), Dir. Tobe Hooper
"Cannibal Holocaust" (1980), Dir. Ruggero Deodato
"Hasta los Dientes" (2018), Dir. Alberto Arnaut
"The Blair Witch Project" (1999), Dir. Eduardo Sánchez, Daniel Myrick
Los fragmentos de las películas mencionadas no son de mi autoría y pertenecen a sus respectivos dueños. El material solo ha sido utilizado como referente para hacer crítica y análisis de dichas obras, respetando los lineamientos de respeto a derechos de autor.
Le ética y el orden social establecido son dos cosas
muy diferentes. Encontrar sus puntos en común no es tarea sencilla, pero
valdría la pena preguntarnos: -¿Hasta dónde se nos es permitido manipular a un
cuerpo humano?; ¿Es válido golpear y matar indiscriminadamente a criminales
mientras la ley lo permita?-
Ambas preguntas parecen estar fuera de lugar una con
la otra, pero en una sociedad que se deja manipular por el discurso hegemónico ofrecido
por los medios masivos de comunicación y el sistema político económico en el
que nos encontramos, quizá ambos cuestionamientos no se encuentren tan
desligados después de todo.
En Robocop(1987) del director francés Paul Verhoeven, podemos ver como el
oficial Murphy (Peter Weller) es sometido a una explotación quirúrgica que lo
convertirá en un oficial de policía humanoide que utilizará sus ventajas
robóticas (tanto de programación como físicas) al servicio de un corporativo
dispuesto a quedarse con la concesión para combatir el crimen en un distópico
Detroit, en el que diferentes empresarios se disputan dicha plaza justiciera
como si de una franquicia se tratase. Por un lado, vemos como los
cuestionamientos éticos acerca de la privación de humanidad a un agente de la
justicia parecen no estar presentes para los empresarios, sino que el único
riesgo valido es el de perder o ganar capital financiero.
No solo vemos como los policías (los de carne y hueso,
pues) están al borde de una huelga y siendo asesinados diariamente en las
calles, sino que vemos que su trato a los criminales es primero a base de
violencia que de racionamiento. La película ya nos retrata un escenario donde
la justicia ha fallado y se ha convertido en un escenario caotico, pero que
además, se ve amenazado por la sustitución robótica del personal humano en pro
de los intereses capitalistas y fascistas de la sociedad de consumo
norteamericana (fácilmente replicada en diferentes países).
Los noticieros que vemos no solo hablan de la
violencia como un ente cotidiano, sino que además, la consumimos y compramos
mientras vemos la televisión. Las pausas comerciales dentro de la película nos
muestran a una familia jugando un juego de mesa llamado “Nukem” (traducible
como “Bombardear”) en el que una familia tiene una reunión donde los bombardeos
a medio oriente son cosa de diversión (recordemos que la Guerra del Golfo
Pérsico estaba a nada de estallar), o como el miedo se utiliza en otro
comercial donde un dinosaurio persigue a una familia para vendernos un automóvil.
El miedo nos hace consumidores, la violencia nos genera diversión. Dicho de paso, la manera en que Verhoeven
entrecruza la transmisión de televisión con la acción de la trama de la
película (sumado a los puntos de vista de RoboCop, que asemejan a una
videocámara de vigilancia) termina por germinar en una construcción
cinematográfica que fusiona formatos que nos hacen pensarnos como esos
consumidores de violencia a los que se dirigen los productos de los comerciales…
y la película en cuestión.
Su discurso retórico en clave de película de acción badass no es más que un caballo de Troya para cuestionar como la
justicia en un sistema capitalista no es más que una ilusión que, construida
deliberadamente, constutuirá un régimen fascista al servicio de los poderosos. RoboCop es pues, de alguna manera, un
hijo prodigo entre Aldous Huxley y George Orwell al más puro estilo de Mad
Max(1979) y Terminator(1984).
Caballo de Troya porque en su capa de blockbuster veraniego (que nada
tiene de malo, dicho sea de paso) se esconde en sus fisuras cuestionamientos
bastante pertinentes que dependerá del espectador poder identificar. Cuando
vemos como algunos policías obedecen ciegamente a la orden de traicionar a RoboCop mientras que otros tanto se lo
cuestionan, o en el ver que el protagonista de la historia no puede desobedecer
los principios con los que fue programado (obedecer la ley o no arrestar a
nadie del corporativo, por ejemplo) son en sí, puntos que nos hacen
cuestionarnos si el factor humano sea nuestra única salvación cuando las leyes
y/o el stablishment comprometan la
ética que nos da dignidad humana.
Ver que enormes máquinas de matar no pueden bajar unas
simples escaleras o ver como la atención de la criminalidad se centra solo en
criminales de poca monta que se hacen más poderosos para servir a los intereses
empresariales (siendo más peligrosos los de cuello
blanco) solo resalta el absurdo de un mundo planteado como lejano, pero que
se visibiliza tan presente que nos aterra solo de verlo.
El realce de la premisa de Verhoeven se torna aún más
interesante cuando vemos que RoboCop
solo puede cumplir con su objetivo de justicia cuando las cosas se sujetan a
los requisitos con los que fue programado. Al final (sin spoilers, claro está),
se nos muestra que Murphy a.k.a RoboCop cumple
su objetivo sin que los empresarios enfrenten a la justicia realmente. La
manera en que se nos muestra tal suceso, dibujando en el protagonista la figura
de un héroe de acción norteamericano nos confronta como espectadores: ¿Somos capaces
de pensar y cuestionar lo que se nos muestra en pantalla o solo responderemos
en relación a como hemos sido programados? La diferencia a la interrogante se
encuentra, quizá, en como recibimos a la película: como consumidores programados
o como seres humanos.
ADVERTENCIA: La siguiente reseña contiene spoilers.
Como en los cuentos de hadas, Tarantino comienza su noveno filme
con imágenes en 16:9, en blanco y negro, en lo que bien podría ser una serie western tan emblemática como lo fuera Bonanza en los 60´s. Seguido, vemos como
el protagonista de dicha serie, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y su doble de
acción Cliff Booth (Brad Pitt), son entrevistados acerca de su trabajo, en una
especie de capsula introductoria que nos recuerda a una era que ya no está más…
o eso parece en un inicio.
Tarantino nos cuenta las peripecias de un actor y su doble de
acción durante 1969, enfrentándose a una industria que no se encontraba en su
mejor momento. A su vez, el par de amigos se percatará de que tienen a nuevos
vecinos, que resultan ser nada más y nada menos que Roman Polanski y Sharon
Tate.
Es importante mencionar que la cinta desarrolla su trama dando
por entendido que el público conoce el contexto en el cual gira la trama de la
película, y que el desconocimiento de dicho panorama podría afectar de manera
negativa la experiencia de la película. Es importante decir entonces, que en
1969 el cine hollywodense se encontraba
en una etapa de renovación dado a un pique en su modelo de producción, que se
veía rezagado por la propuesta proveniente de países extranjeros. La televisión
estaba teniendo cada vez mayor rentabilidad, por lo que muchos tuvieron que
emigrar del cine a hacer series. Hay que decirlo: no fue el mejor momento para
Hollywood.
Además de ello, Estados Unidos (y el mundo) se veían enfrentados
a la llamada Revolución Sexual, donde
miles de personas comenzaron a desaparecer tabúes acerca de sus sexualidades.
Aunado a ello, el movimiento hippie
se encontraba en su momento álgido, recordando que ese año tuvo lugar el
concierto Woodstock. Una era donde el
amor y la paz eran la consigna, y donde la experimentación con múltiple
sustancias, religiones y filosofías de muchas partes del planeta que le daban a
una generación motivos para creer en un mundo mejor.
Pero la oscuridad estaba a punto de surgir de las profundidades.
El cine en Hollywood estaba a punto de entrar en una etapa de maduración donde
los temas se volverían aún más oscuros, contraponiéndose con esa mirada un
tanto infantil sobre el sueño americano. El movimiento hippie se bañaría en sangre cuando un número de jóvenes (en su
mayoría mujeres) cometieran una serie de asesinatos bajo la influencia de
Charles Manson, escudándose en muchos de los ideales que apenas años antes eran
solo amor y paz.
¿Por qué mencionar todo esto? Porque la cinta carece de una
contextualización, y porque sería imposible entender las alegorías que
establece a partir de ese contexto pasado con el contexto actual. Dejando de
lado sus guiones godardianos (donde
se hacen juegos espacio-temporales en la narrativa), en esta ocasión el
director apuesta por un guion más truffautiano
(donde suceden cosas sin importar un hilo narrativo, tratando de caer en lo
anecdótico y causal), permitiendo que la cinta se centre en ser un retrato de
la época y no en el desarrollo de personajes per-se (aunque evidentemente tienen un crecimiento).
Esa estructura permite establecer momentos que no tienen otra
intención que dibujar a un Hollywood, que hace un paralelo con el actual. La
cinta nos cuenta cómo es que los directores extranjeros eran quienes tomaban la
batuta (¿recuerdan que directores dominan Hollywood actualmente?), los
cineastas optaban por hacer series de televisión (¿Netflix?), y rodeados de una
generación que quiere corregir a la sociedad en lo que a veces pareciera una
compaación entre los hippies y los millenials.
Mucho se ha dicho acerca de que Tarantino hace una carta de amor
a una época en concreto, pero gracias a pequeños detalles podemos intuir que en
realidad pretendía hacer una crítica contemporánea. Y entre la pretensión y el
ser hay diferencias, ya que dicha crítica es mas bien entendida entre líneas y no arrojada de una manera directa y contundente.
Ejemplos como la escena en que Cliff Booth ve pasar a una joven
chica hippie cruzar la calle mientras
escuchamos “Mrs. Robinson” de Simon
and Garfunkel es un guiño que nos habla de cómo se percibían las relaciones
entre personas de edades dispares en la época, haciendo alusión a la cinta The Graduate, que saliera ese año. De
igual manera, podemos ver como esa chica es cosificada de manera sensual frente
a la cámara, coquetendo con el personaje de Brad Pitt, para revelarnos después
que es menor de edad, seguido de la negativa de la Pitt por evitar ir a la cárcel.
Es a través de esos pequeños guiños que Tarantino va entretejiendo situaciones
que ejemplifican como el mundo del cine termina siendo un reflejo del mundo
real.
La escena en Spahn Ranch
es otro ejemplo de los paralelos. En la escena, podemos ver como el lugar está
ocupado por la Familia Manson. Al
llegar Cliff Booth, todos se ponen en alertay las chicas (que se cuentan docenas) actúan como protectoras que parecen
querer estallar en violencia en cuanto las cosas se tornen mal. Una vez pasado
el momento de tensión, Booth se percata que le han ponchado una llanta al
vehículo que conduce, a lo que un hippie sentado
en una cerca comienza a reírse. Booth no duda en golpearlo de manera violenta,
por lo que las chicas que antes se mostraban como monstruos al acecho, ahora se
comportan compasivas ante el hombre ensangrentado. Es así como Tarantino plasma
a la juventud de final de los 60’s como una generación voluble que se rige por
contradicciones respecto a su doble moral. Una generación que es capaz de hacer
lo que se le ordene.
Por ello, el que veamos como los estudios de Hollywood obliguen
al personaje de Leo DiCaprio a vestirse como hippie en un western no
es más que otra manera de representar como los estudios se ajusta a las modas o
tendencias generacionales, aún cuando en el fondo no les importa demasiado su
manera de pensar. En ese sentido, la presencia del personaje de Al Pacino
apadrinando a Rick Dalton, nos ayuda a entender que para poder triunfar en una
industria como Hollywood necesitas tener a alguien influyente de tu lado (cof,
cof, Harvey Weinstein). La actuación de DiCaprio (llena de matices) también nos
ayuda a comprender la crisis de un gremio que lucha por la aceptación y la
vigencia, pero plasmándolo como un problema que se percibe infantil.
La presencia de Sharon Tate (Margot Robbie) funge como un leitmotiv que nos recuerda que se
respiraba una luz e inocencia en el ambiente. Una manera de representar el
espíritu de la época, a la vez de recordarnos (al tener presente el destino de
la actriz en el mundo real) que todo puede tornarse oscuro en cualquier
momento. No es de extrañar que cualquier referencia a la Familia Manson también resulte en una especie de amenaza para el
espíritu feel-good que está presente
durante casi todo el film.
Esa es la razón por la que el final de la cinta resulta tan
memorable. Rompiendo el espíritu creado durante el metraje, los últimos
momentos son una explosión de violencia donde el destino de Sharon Tate es
salvado por los personajes de DiCaprio y Pitt. Momentos antes de entrar a la
casa de estos personajes, los asesinos que pretendían momentos antes asesinar a
Tate y compañia, deciden matar a quienes les han “enseñado a matar”. Al cambiar
el destino de los personajes y mostrar una situación que se percibe tan
imaginativa y exagerada, el director hace, ante todo, un recordatorio a la
audiencia: el cine imita a la realidad, y la vida real no es como en las
películas de Hollywood. Al cambiar el final de los hechos, Tarantino hace
(intencional o involuntariamente) alusión al hecho de que los sucesos de ese
día cambiaron al cine. Los finales donde los buenos se salvan y los malos
obtienen su merecido se murieron en 1969 para dar paso a una etapa mas oscura
con películas como Jaws (1975), The Exorcist (1973), Taxi Driver (1976), The Godfather (1972), etc. Al
salvar a Tate, Tarantino nos recuerda que por más que queramos voltear la
mirada, el mundo se ha vuelto (o siempre ha sido) un lugar violento. Es por
ello que esta película es quizá la menos sangrienta y violenta del director,
evidenciando que los sucesos de esa noche marcaron a toda una generación.
Hollywood no podía ocultar que el mundo era un lugar oscuro.
A pesar de sus grandes ideas y el riesgo de cambiar su estructura,
es evidente que la película solo será disfrutada por quienes conozcan el
contexto y dejará afuera a aquellos que lo desconozcan. En sus riesgos, también
sopesa el hecho de no siempre acertar en el ritmo en que se establecen los
acontecimientos. Aun así, Once Upon a
Time in Hollywwood es quizá la mejor película del director desde Unglorious Basterds (2008), y quizá la
propuesta más arriesgada y propositiva de su carrera desde Pulp Fiction (1994), aunque lejos de la redondez de sus anteriores obras. Todo lo mostrado en la cinta es una clara alusión a las cosas que le aquejan al director, las cosas que lo marcaron y su manera de entender a una industria y al contexto actual.
En el panorama actual,
hay muchas conductas que están siendo revaluadas por la sociedad. Movimientos
activistas liderados por ambientalistas, feministas o la comunidad LGBTQ nos
han enseñado que hemos tomado muchas conductas nocivas que por décadas muchos
no cuestionamos y que de alguna manera u otra nos afectaban, operando casi como
un fantasma invisible.
En Cómprame un Revolver del director Julio
Hernández Cordón, vemos la historia de una niña que nos narra sus vivencias
junto a su padre, un hombre drogadicto dedicado a cuidar un campo de béisbol al
norte de México en un tiempo incierto, donde el narcotráfico ya la violencia
son un ente que domina el lugar con supremacía y normalidad para los personajes.
Es precisamente la palabra
normalidad, o en este caso, normalización, lo que permite entender el mundo construido
por Julio Hernández Cordón. En el contexto planteado por la película, vemos
como niños tienen que lidiar con la idea de que pueden ser robados en cualquier
minuto, ser mutilados o incluso prepararse para escapar en dado caso de ser
raptados. Es precisamente esa normalidad con la que miran el asunto lo que nos
deja inquietos.
Los narcotraficantes de
la película (hombres en su totalidad) visten chalecos antibalas, pantalón y
vestidos de flores. En un asunto de contraposición, se nos muestra un mundo
donde muchas conductas se han asumido con normalidad, siendo nocivas o no. Es
decir, a través de estos pequeños detalles y la mirada infantil de la
protagonista iremos siendo testigos de cómo asumimos con normalidad los cambios
del mundo.
Una escena clave para
entender esto es ese plano cenital con el que vemos a la protagonista rodearse
de cadáveres representados a través de dibujos. La violencia se caricaturiza,
nos distanciamos de su efecto devastador. O bien, en una banda llegando a una
fiesta mientras uno de los narcotraficantes lanza balas al aire. La violencia
se vuelve una celebración.
Cómprame un Revolver es un relato de un futuro que no se ve tan
distante, que se diluye casi con el presente, para revelarnos el efecto
cultural y devastador de normalizar a la violencia. Del mundo en el que los
niños actualmente crecen, asumiendo la destrucción, la sangre y la devastación
como si se tratasen de un juego.
Las distopías se
plantean un futuro desolador para confrontarnos con nuestro presente. En este
caso, Cómprame un Revolver es un
relato que nos cuestiona sobre los usos culturales que hemos adoptado y sus
consecuencias respecto al mundo que le dejamos a las nuevas generaciones. Si
los niños y niñas asumen el mundo en el que viven como si se tratase de un
juego, valdría entonces preguntarnos ¿A que juegan las niñas y niños?