viernes, 31 de julio de 2020

Reseña: Robocop (1987)

Cine y Arquitectura: "Robocop (1987)" | Plataforma Arquitectura
Imagen propiedad de MGM.




Reseña: Robocop   

Año: 1987
Director: Paul Verhoeven
Género: Acción/Ciencia Ficción
Duración: 1h 43m

Por Chan Ponce

Le ética y el orden social establecido son dos cosas muy diferentes. Encontrar sus puntos en común no es tarea sencilla, pero valdría la pena preguntarnos: -¿Hasta dónde se nos es permitido manipular a un cuerpo humano?; ¿Es válido golpear y matar indiscriminadamente a criminales mientras la ley lo permita?-
Ambas preguntas parecen estar fuera de lugar una con la otra, pero en una sociedad que se deja manipular por el discurso hegemónico ofrecido por los medios masivos de comunicación y el sistema político económico en el que nos encontramos, quizá ambos cuestionamientos no se encuentren tan desligados después de todo.

En Robocop (1987) del director francés Paul Verhoeven, podemos ver como el oficial Murphy (Peter Weller) es sometido a una explotación quirúrgica que lo convertirá en un oficial de policía humanoide que utilizará sus ventajas robóticas (tanto de programación como físicas) al servicio de un corporativo dispuesto a quedarse con la concesión para combatir el crimen en un distópico Detroit, en el que diferentes empresarios se disputan dicha plaza justiciera como si de una franquicia se tratase. Por un lado, vemos como los cuestionamientos éticos acerca de la privación de humanidad a un agente de la justicia parecen no estar presentes para los empresarios, sino que el único riesgo valido es el de perder o ganar capital financiero.

No solo vemos como los policías (los de carne y hueso, pues) están al borde de una huelga y siendo asesinados diariamente en las calles, sino que vemos que su trato a los criminales es primero a base de violencia que de racionamiento. La película ya nos retrata un escenario donde la justicia ha fallado y se ha convertido en un escenario caotico, pero que además, se ve amenazado por la sustitución robótica del personal humano en pro de los intereses capitalistas y fascistas de la sociedad de consumo norteamericana (fácilmente replicada en diferentes países).  

Los noticieros que vemos no solo hablan de la violencia como un ente cotidiano, sino que además, la consumimos y compramos mientras vemos la televisión. Las pausas comerciales dentro de la película nos muestran a una familia jugando un juego de mesa llamado “Nukem” (traducible como “Bombardear”) en el que una familia tiene una reunión donde los bombardeos a medio oriente son cosa de diversión (recordemos que la Guerra del Golfo Pérsico estaba a nada de estallar), o como el miedo se utiliza en otro comercial donde un dinosaurio persigue a una familia para vendernos un automóvil. El miedo nos hace consumidores, la violencia nos genera diversión.  Dicho de paso, la manera en que Verhoeven entrecruza la transmisión de televisión con la acción de la trama de la película (sumado a los puntos de vista de RoboCop, que asemejan a una videocámara de vigilancia) termina por germinar en una construcción cinematográfica que fusiona formatos que nos hacen pensarnos como esos consumidores de violencia a los que se dirigen los productos de los comerciales… y la película en cuestión.

Su discurso retórico en clave de película de acción badass no es más que un caballo de Troya para cuestionar como la justicia en un sistema capitalista no es más que una ilusión que, construida deliberadamente, constutuirá un régimen fascista al servicio de los poderosos. RoboCop es pues, de alguna manera, un hijo prodigo entre Aldous Huxley y George Orwell al más puro estilo de Mad Max (1979) y Terminator (1984).

Caballo de Troya porque en su capa de blockbuster veraniego (que nada tiene de malo, dicho sea de paso) se esconde en sus fisuras cuestionamientos bastante pertinentes que dependerá del espectador poder identificar. Cuando vemos como algunos policías obedecen ciegamente a la orden de traicionar a RoboCop mientras que otros tanto se lo cuestionan, o en el ver que el protagonista de la historia no puede desobedecer los principios con los que fue programado (obedecer la ley o no arrestar a nadie del corporativo, por ejemplo) son en sí, puntos que nos hacen cuestionarnos si el factor humano sea nuestra única salvación cuando las leyes y/o el stablishment comprometan la ética que nos da dignidad humana.

Ver que enormes máquinas de matar no pueden bajar unas simples escaleras o ver como la atención de la criminalidad se centra solo en criminales de poca monta que se hacen más poderosos para servir a los intereses empresariales (siendo más peligrosos los de cuello blanco) solo resalta el absurdo de un mundo planteado como lejano, pero que se visibiliza tan presente que nos aterra solo de verlo.

El realce de la premisa de Verhoeven se torna aún más interesante cuando vemos que RoboCop solo puede cumplir con su objetivo de justicia cuando las cosas se sujetan a los requisitos con los que fue programado. Al final (sin spoilers, claro está), se nos muestra que Murphy a.k.a RoboCop cumple su objetivo sin que los empresarios enfrenten a la justicia realmente. La manera en que se nos muestra tal suceso, dibujando en el protagonista la figura de un héroe de acción norteamericano nos confronta como espectadores: ¿Somos capaces de pensar y cuestionar lo que se nos muestra en pantalla o solo responderemos en relación a como hemos sido programados? La diferencia a la interrogante se encuentra, quizá, en como recibimos a la película: como consumidores programados o como seres humanos.


2 comentarios:

  1. Nunca vi la película con esa perspectiva tan interesante. Era una película buenísima de acción hace 30 años, necesito volver a verla. ¡Gracias!

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    1. Muchas gracias por tomarte el tiempo. Cuando la veas no dudes en comentar tu perspectiva :D
      Saludos!

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