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Week-End, o la manera en
que Godard protesto con su cámara.
La llamada Nueva Ola Francesa de cine que surgiera en la década de 1950 en Francia es probablemente uno de los actos de rebeldía más importantes que han surgido a través de la pantalla grande. Esta ola de cineastas trajo consigo una serie de cambios estéticos y técnicos a un panorama fílmico global, mismo que se veía dominado por una estructura marcada por un colorido y optimista Hollywood que repetía una formula basada en el glamur, narrativa con inicio, nudo y desenlace, grandes sets de grabación y personajes que superaban sus tragedias en la gran mayoría de los casos. Es evidente que el cine norteamericano de dicha época no engloba la visión de todos aquellos que vivieron en la época, sobre todo con contextos políticos, sociales y culturales tan diversos.
Jean Luc-Godard es probablemente el cineasta más icónico
surgido de la llamada Nouvelle Vague. Desde el inicio de su carrera se atrevió a
romper con cuantas reglas estructurales se permitió. Por citar ejemplos, en Vivir
su Vida (1962) vemos como se le niega al espectador la posibilidad de ver
el rostro de la protagonista, misma que vemos de espalda y voltea su rostro
hasta pasados algunos minutos, así también en Banda Aparte (1964) vemos una escena completamente sin sonido
cuando los protagonistas deciden guardar un minuto de silencio. Godard trataba
en cada ocasión de romper la ilusión onírica que provoca el cine al no seguir
las reglas convencionales del cine y así poder recordarle al espectador que se
encuentra viendo una película. Esto más que un capricho intelectual es una
declaración de principios, una manera de contestarle a una industria
predominante y decirle: no estoy dispuesto a seguir tus reglas, ni tu ideología.
Al romper con las convenciones del lenguaje del cine, Godard hace visible una
postura ideológica y política de oposición.
A través de la ruptura hace un acto de protesta.
Es en Week-End
(1967) donde posiblemente Godard explota su rebeldía estética de manera mucho
más contundente. Partiendo desde el inicio de la cinta, se plantea una
acalorada conversación entre un matrimonio burgués del que solo veremos sus
siluetas en una habitación con poca luz. Ambos tienen relaciones
extramaritales, y también ambos planean matar al amante de su cónyuge. No
obstante su problemática, la pareja tendrá que ir a la casa del padre de ella,
esto para asegurar quedarse con la herencia que este podría dejarle. En su
camino, se toparan con un embotellamiento en carretera. La gente se insulta a
diestra y siniestra, ya sea por sonar claxon o por el vehículo en el que
conducen. Durante algunos minutos desconocemos la causa del embotellamiento,
pero conforme el coche de la pareja avanza notaremos que personas de diferentes
clases sociales discuten entre sí, aunado a múltiples accidentes
automovilísticos que se van sucediendo por la carretera.
Godard plantea dos cosas importantes en estas secuencias:
el egoísmo de las clases sociales más privilegiadas y el caos desatado a través
de la diferencia de clases. Es aquí donde el rompimiento de convenciones
estéticas de Godard ayuda en la construcción de su discurso. El hecho de que el
director dote a las situaciones de una naturaleza fantástica nos ayuda a romper
con la ilusión del celuloide, mismo discurso que se refuerza al mostrarnos a
una sociedad en conflicto. Es decir, el director nos dice de manera irónica que
la estructura social ha colapsado.
El cineasta culmina su cinta con el rapto de la pareja
protagonista por parte de un grupo de revolucionarios hippies que se hacen llamar Frente de Liberación Sena y Oise,
mismos que además practican el canibalismo. Esta es una declaración de
principios anarquistas por parte del autor, mismo que revela a un grupo de
personas que no siguen regla social alguna más que la supervivencia. De nueva
cuenta, su estilo estético y narrativo está al servicio del mensaje, ya que
esto es en sí una alegoría (cargada de ironía) acerca de los movimientos
estudiantiles y políticos que se sucedían en Francia al momento de realizar la
película.
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