martes, 6 de noviembre de 2018

Week-End, o la manera en que Godard protesto con su cámara.

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Week-End, o la manera en que Godard protesto con su cámara.


            
La llamada Nueva Ola Francesa de cine que surgiera en la década de 1950 en Francia es probablemente uno de los actos de rebeldía más importantes que han surgido a través de la pantalla grande. Esta ola de cineastas trajo consigo una serie de cambios estéticos y técnicos a un panorama fílmico global, mismo que se veía dominado por una estructura marcada por un colorido y optimista Hollywood que repetía una formula basada en el glamur, narrativa con inicio, nudo y desenlace, grandes sets de grabación y personajes que superaban sus tragedias en la gran mayoría de los casos. Es evidente que el cine norteamericano de dicha época no engloba la visión de todos aquellos que vivieron en la época, sobre todo con contextos políticos, sociales y culturales tan diversos.


            Jean Luc-Godard es probablemente el cineasta más icónico surgido de la llamada Nouvelle Vague.   Desde el inicio de su carrera se atrevió a romper con cuantas reglas estructurales se permitió. Por citar ejemplos,  en Vivir su Vida (1962) vemos como se le niega al espectador la posibilidad de ver el rostro de la protagonista, misma que vemos de espalda y voltea su rostro hasta pasados algunos minutos, así también en Banda Aparte (1964) vemos una escena completamente sin sonido cuando los protagonistas deciden guardar un minuto de silencio. Godard trataba en cada ocasión de romper la ilusión onírica que provoca el cine al no seguir las reglas convencionales del cine y así poder recordarle al espectador que se encuentra viendo una película. Esto más que un capricho intelectual es una declaración de principios, una manera de contestarle a una industria predominante y decirle: no estoy dispuesto a seguir tus reglas, ni tu ideología. Al romper con las convenciones del lenguaje del cine, Godard hace visible una postura ideológica y política de oposición.  A través de la ruptura hace un acto de protesta.

            Es en Week-End (1967) donde posiblemente Godard explota su rebeldía estética de manera mucho más contundente. Partiendo desde el inicio de la cinta, se plantea una acalorada conversación entre un matrimonio burgués del que solo veremos sus siluetas en una habitación con poca luz. Ambos tienen relaciones extramaritales, y también ambos planean matar al amante de su cónyuge. No obstante su problemática, la pareja tendrá que ir a la casa del padre de ella, esto para asegurar quedarse con la herencia que este podría dejarle. En su camino, se toparan con un embotellamiento en carretera. La gente se insulta a diestra y siniestra, ya sea por sonar claxon o por el vehículo en el que conducen. Durante algunos minutos desconocemos la causa del embotellamiento, pero conforme el coche de la pareja avanza notaremos que personas de diferentes clases sociales discuten entre sí, aunado a múltiples accidentes automovilísticos que se van sucediendo por la carretera.

            Godard plantea dos cosas importantes en estas secuencias: el egoísmo de las clases sociales más privilegiadas y el caos desatado a través de la diferencia de clases. Es aquí donde el rompimiento de convenciones estéticas de Godard ayuda en la construcción de su discurso. El hecho de que el director dote a las situaciones de una naturaleza fantástica nos ayuda a romper con la ilusión del celuloide, mismo discurso que se refuerza al mostrarnos a una sociedad en conflicto. Es decir, el director nos dice de manera irónica que la estructura social ha colapsado.

            El cineasta culmina su cinta con el rapto de la pareja protagonista por parte de un grupo de revolucionarios hippies que se hacen llamar Frente de Liberación Sena y Oise, mismos que además practican el canibalismo. Esta es una declaración de principios anarquistas por parte del autor, mismo que revela a un grupo de personas que no siguen regla social alguna más que la supervivencia. De nueva cuenta, su estilo estético y narrativo está al servicio del mensaje, ya que esto es en sí una alegoría (cargada de ironía) acerca de los movimientos estudiantiles y políticos que se sucedían en Francia al momento de realizar la película.



            Week-End es una declaración de principios ideológicos que nos ayudan a comprender el sentimiento de una generación que terminaría por revelarse en el llamado Mayo Francés en 1968, exigiendo cambios políticos asociados a posturas anarquistas, comunistas y socialistas, y que a su vez, sufrió represiones por parte del estado francés. Todo un suceso que amerita una revisión profunda. Si bien, lo que plasma el cineasta se refiere a la situación de Francia en aquella época, es también un reflejo del espíritu generacional que impero en diversas partes del planeta (incluyendo México, donde se vivieron protestas estudiantiles en varias partes del país, culminando en la Matanza de Tlatelolco). Quizá por ello esta cinta de Godard adquiera mayor relevancia al entender su contexto, ya que al plasmar los sucesos de una época de manera ficcionada y fantástica, aunado al constante recordatorio de que estamos viendo una película, nos conducen a un análisis acerca de la problemática social suscitada en el momento (y quizá en la actualidad). Lo planteado por el director es un acto contestatario que plantea a la deconstrucción de la ficción como punto de comparación y contraste para entender nuestra realidad inmediata. Una bomba molotov en forma de montaje cinematográfico.





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