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Imagen propiedad de Scott Rudin Productions. |
Reseña: Lady Bird
Dirección: Greta Gerwig
Género: Comedia/Drama
Año: 2017
País: Estados Unidos
Duración: 93 minutos
Por Cristhian Ponce
Si
hay una etapa que muchos recuerdan con nostalgia y vergüenza en la misma
cantidad, esa es sin duda la adolescencia. Ese lapso en donde comenzábamos a
definir quiénes somos, y en donde a veces solíamos creer tomar las riendas de
un adulto, aunque aún pedaleábamos y caíamos como niños. Es en la última etapa
de ese periodo en el que se desarrolla la trama de Lady Bird, cinta que nos revela las implicaciones de las relaciones
afectivas en el nuevo siglo de la mano de los últimos días de esa complicada
etapa. La opera prima de Greta Gerwig
emerge como una rabieta llena de carisma y culposidad.
La
trama nos relata el último año de preparatoria de Christine McPherson (una
estupenda Saiorse Ronan), misma que exige ser llamada Lady Bird en lugar de su
nombre de pila. Una joven que aspira vivir fuera de Sacramento, California y
vivir en lujosas casas, al igual que fantasea con la idea de poder partir al
otro lado del país para estudiar la universidad.
Desde
los primeros minutos de la cinta podemos ver que Gerwig establece de manera
delineada a sus personajes sin hacer juicio de valores sobre los mismos,
mostrándolos como seres humanos llenos de virtudes y defectos. Desde el
establecimiento de los nombres de los personajes o los lugares, vemos como las
cosas van adquiriendo un significado (el que la trama se desarrolle en
Sacramento no es una decisión deliberada, por ejemplo). Esto no aletarga o
sobrecarga de elementos la película. La verosimilitud y completa cohesión de
dichos elementos no se perciben como maniqueo o pretensiones.
Es de esa
manera que la cinta va desarrollando un discurso de lo más elocuente para una
generación que parece distanciarse de los demás, siendo egoístas de manera inconsciente.
Cada toma y su paleta de colores rosa y marrón, así como ese curioso cuidado en
la sucesión de cada plano donde vemos como las aconteceres se tornan irónicos o
absurdos, revelando de manera paulatina la contrariedad en la que la sociedad y
las personas conviven unas con otras. Esto lo logra gracias a un cuidado guión
lleno de honestidad y soltura que muestra situaciones que se antojan
anecdóticas debido a su constante y natural evasión al cliché. Una construcción de circunstancias
desenfadadas y llenas de la energía adolescente lo suficiente risibles para
hacer reír a cualquiera.
La
complicación las relaciones a través de sus diferentes dimensiones afectivas.
El establecimiento de todo esto nos revela una preocupación por mantener la
alteridad, armar una mascarada a través de la mentira para poder ser aceptados
por los demás.
Greta
Gerwig nos entrega una carta honesta acerca de las abundantes cosas que se
esconden tras las mascaradas, así como las demostraciones afectivas más allá de las
palabras y sus vínculos a veces invisibles. Sin duda una decisión acertada fue
ubicar a su personaje principal en esta etapa de la vida, ya que todo esto
parece justificable para alguien de dicha edad, pero resulta cuestionable en
cualquier otra, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Acaso eso no somos
adolescentes cada vez que también sucumbimos ante las trampas del status-quo?,
¿No son lo mismo esos conceptos de éxito relacionados con el bienestar
económico y material?, ¿Porqué mentimos? En ocasiones, en nuestro absurdo deseo por sentirnos el
centro del universo, tenemos que hacer un
recorrido y tropezar en el, tan solo para darnos cuenta que las personas que
más nos dan son aquellos que nos ven como realmente somos, del valor de la honestidad. Todo se trata de
poner un poco de atención.
Calificación:
8.5/10
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