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Reseña: Koyaanisqatsi
País: Estados Unidos
Duración: 85 minutos
Género: Documental
Director: Godfrey Reggio
Año: 1982
Por Cristhian Ponce
Laborín
La historia de la humanidad y su
desarrollo moderno parecen cosas que solo pueden ser explicadas en el mundo
verbal. Su complicado desenvolvimiento cubre aspectos tan complejos que
inclusive muchos especialistas han escrito tomos enteros dedicados a detallar
cada uno de los aspectos que la conforman. En ese enmarañado y en sustancia
sumamente complejo desarrollo histórico, el director Godfrey Reggio se aventura
a crear una obra arriesgada que se atreva a hacer lo que hasta ese momento
nadie había podido lograr: convertir dichos hechos en una experiencia
vivencial.
A
través de Koyaanisqatsi, Reggio
plasma a una naturaleza pasiva y tranquila en la que la luz del sol y la sombra
de las nubes van pigmentando los múltiples ecosistemas del planeta. En esa
parte del metraje el ritmo de la cinta nos refleja el pacifico y tranquilo
proceso natural que evoca una calma abrumadora, misma que de pronto se ve
interrumpida por estruendosas explosiones que levantan polvo y arena, rompiendo el orden natural de
la ecología para dar paso a maquinarias monstruosas que vienen a devorar todo a
su paso, a sustraer de manera violenta los minerales de la tierra.
La
cinta es un ejercicio magistral que demuestra a través de la sucesión de
imágenes y el extraordinario soundtrack compuesto por Phillip Glass los
estragos de la ambición de la humanidad. En este filme no observamos el
desarrollo narrativo de personajes concretos, sino más bien, un ejercicio sensorial
para revelarnos una historia vista desde un plano general. Por ello, en el
desarrollo del filme vemos deslizar frente a nuestros ojos el duro paso de los
procesos industriales, una simplificación de los enormes estragos del
capitalismo, al homo videns de Giovanni
Sartori, el cada vez más acelerado ritmo de vida de los ciudadanos modernos, la
gran sobrepoblación de las grandes urbes con su opulencia y miseria regadas en
enormes cantidades. Todo un desfile frenético de imágenes que se suceden para
lograr transmitir de manera orgánica la alarmante naturaleza voraz y consumista
del ser humano. Y es que el hecho de ver imágenes sustraídas de un mundo real
hace que el impacto sea aún mayor evidenciando algo que nos cuesta trabajo
aceptar.
Quizá
uno de los puntos más sorprendentes de Koyaanisqatsi
es sin duda su asombrosa vigencia a pesar de sus ya 35 años de existencia. Tal
parece que a pesar de que estamos distanciados respecto a tendencias de consumo
(hoy en día los videojuegos de arcadías son escasos, en cambio que se juega más
en hogares vía online, por ejemplo) seguimos siendo una sociedad apegada a una
tendencia rítmica de vida pulsante. El filme sin duda es un gran ejemplo de lo
que el cine documental pude lograr cuando se explora los beneficios del montaje
y una excelente propuesta temática.
Solo
queda preguntarnos: ¿Cuál será el destino de una humanidad tan apegada al
desarrollo tecnolofico? Quizá la palabra Koyaanisqatsi
nos revela una respuesta que nos cuesta aceptar.
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