domingo, 11 de febrero de 2018

Reseña: Koyaanisqatsi

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Reseña: Koyaanisqatsi

País: Estados Unidos
Duración: 85 minutos
Género: Documental
Director: Godfrey Reggio
Año: 1982

Por Cristhian Ponce Laborín

     La historia de la humanidad y su desarrollo moderno parecen cosas que solo pueden ser explicadas en el mundo verbal. Su complicado desenvolvimiento cubre aspectos tan complejos que inclusive muchos especialistas han escrito tomos enteros dedicados a detallar cada uno de los aspectos que la conforman. En ese enmarañado y en sustancia sumamente complejo desarrollo histórico, el director Godfrey Reggio se aventura a crear una obra arriesgada que se atreva a hacer lo que hasta ese momento nadie había podido lograr: convertir dichos hechos en una experiencia vivencial.

     A través de Koyaanisqatsi, Reggio plasma a una naturaleza pasiva y tranquila en la que la luz del sol y la sombra de las nubes van pigmentando los múltiples ecosistemas del planeta. En esa parte del metraje el ritmo de la cinta nos refleja el pacifico y tranquilo proceso natural que evoca una calma abrumadora, misma que de pronto se ve interrumpida por estruendosas explosiones que levantan  polvo y arena, rompiendo el orden natural de la ecología para dar paso a maquinarias monstruosas que vienen a devorar todo a su paso, a sustraer de manera violenta los minerales de la tierra.
     La cinta es un ejercicio magistral que demuestra a través de la sucesión de imágenes y el extraordinario soundtrack compuesto por Phillip Glass los estragos de la ambición de la humanidad. En este filme no observamos el desarrollo narrativo de personajes concretos, sino más bien, un ejercicio sensorial para revelarnos una historia vista desde un plano general. Por ello, en el desarrollo del filme vemos deslizar frente a nuestros ojos el duro paso de los procesos industriales, una simplificación de los enormes estragos del capitalismo, al homo videns de Giovanni Sartori, el cada vez más acelerado ritmo de vida de los ciudadanos modernos, la gran sobrepoblación de las grandes urbes con su opulencia y miseria regadas en enormes cantidades. Todo un desfile frenético de imágenes que se suceden para lograr transmitir de manera orgánica la alarmante naturaleza voraz y consumista del ser humano. Y es que el hecho de ver imágenes sustraídas de un mundo real hace que el impacto sea aún mayor evidenciando algo que nos cuesta trabajo aceptar.

     Quizá uno de los puntos más sorprendentes de Koyaanisqatsi es sin duda su asombrosa vigencia a pesar de sus ya 35 años de existencia. Tal parece que a pesar de que estamos distanciados respecto a tendencias de consumo (hoy en día los videojuegos de arcadías son escasos, en cambio que se juega más en hogares vía online, por ejemplo) seguimos siendo una sociedad apegada a una tendencia rítmica de vida pulsante. El filme sin duda es un gran ejemplo de lo que el cine documental pude lograr cuando se explora los beneficios del montaje y una excelente propuesta temática.

     Solo queda preguntarnos: ¿Cuál será el destino de una humanidad tan apegada al desarrollo tecnolofico? Quizá la palabra Koyaanisqatsi nos revela una respuesta que nos cuesta aceptar.



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