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Reseña: Besos Robados (Baisers Volés)
Año: 1968
Director: François Truffaut
Género: Romance/Comedia
Clasificación: B-15
Duración: 90 minutos.
País: Francia
Por Cristhian Ponce
El
espionaje y el enamoramiento no son tan distantes como pareciera. La clave del
primero es que fructífera a través de la observación y la cautela. De forma
curiosa, en el enamoramiento dichos factores son tan constantes que acarrean
consigo el sufrimiento del “espía”. Como diría el mismísimo Arthur Schopehauer “…el dolor nace del querer y sin embargo no
tener.” Por lo tanto, tal como un espía que ha sido disparado en la sombra, el
enamoramiento se sufre en la sombra, en lo oculto. Comparar dos acciones en
apariencia tan contrariadas parecería un ejercicio forzado, pero es debido a la
apertura personal casi autobiográfica que el cineasta François Truffaut imprime
en cada una de sus cintas la que hace que los paralelismos no solo resulten
provocadores, sino también como una metáfora acertada acerca del enamoramiento
y la obsesión.
En
Besos Robados, Truffaut da
seguimiento al personaje de Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), mismo personaje
que vimos en sus cintas Los 400 Golpes
(1959) y El Amor a los Veinte Años (1962).
En esta ocasión, Antoine se verá enfrentado a los retos de la juventud y la
adultez al ser contratado en una agencia de detectives privados, a la vez que
lidia con el enamoramiento hacía su amiga Christine (Claude Jade).
Fiel
a su estilo, el cineasta de origen francés nos arroja una serie de situaciones
que parecen no tener relación alguna, tal cual fuese una serie de sucesos
cotidianos sin un significado correlativo. Esto lejos está lejos de ser un
fallo, ya que es a través de este tipo de detalles que el mundo de Truffaut se
siente genuino. Un reflejo de las aspiraciones estéticas que se lograran a
alcanzar en la llamada nouvelle vague en
Francia.
Una
lectura que pudiese ayudarnos a comprender la tesis de Truffaut viene a través
de esa pequeña comparación que uno de los personajes de la cinta hace respecto
al trabajo de Antoine con James Bond, el mítico personaje central de la saga 007. En las cintas de espionaje se nos
presenta a un Bond que consuma sus encuentros amorosos como si este fuese un
imán sexual sobrehumano. Algo que la mayoría de las personas solo ve factible
en la ficción. Por otro lado, en Besos
Robados, los personajes viven al acecho de sus objetos de interés, y en vez
de ser seductores natos, se esconden continuamente bajo un halo de timidez que
se ve representada en la torpeza de Antoine para esconderse tras un periódico,
o bajo su tartamudez al hablar con otros. Aquí los personajes tendrán que pagar
por tener sexo, esto debido a que sus intereses afectivos no les corresponden. Por
si fuera poco, siempre notamos a personas fuera de foco, dando la impresión que
persiguen las acciones de los personajes, al igual que en ocasiones, la cámara
subjetiva nos pone en la piel tímida de los que observan. Todo lo anterior
ayuda a reforzar la comprensión y distinción entre el deseo sexual, el anhelo
afectivo, la obsesión y la desilusión amorosa.
Besos Robados no es un desfile de poesía
amorosa, ni mucho menos un cuento de hadas lleno de magia. Es un retrato sobre la
maduración y la contención sentimental, exenta de situaciones melodramáticas. Una
demostración de la madurez emocional surgida a través de la timidez y la
valentía de expresar nuestras emociones contenidas. Probablemente nosotros
alguna vez hemos observando en silencio, o quizá fuimos observados sin notarlo.
Calificación:
10/10
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