domingo, 21 de enero de 2018

Reseña: Besos Robados (Baisers Volés)

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Reseña: Besos Robados (Baisers Volés)

Año: 1968
Director: François Truffaut
Género: Romance/Comedia
Clasificación: B-15
Duración: 90 minutos.
País: Francia


Por Cristhian Ponce

     El espionaje y el enamoramiento no son tan distantes como pareciera. La clave del primero es que fructífera a través de la observación y la cautela. De forma curiosa, en el enamoramiento dichos factores son tan constantes que acarrean consigo el sufrimiento del “espía”. Como diría el mismísimo Arthur Schopehauer  “…el dolor nace del querer y sin embargo no tener.” Por lo tanto, tal como un espía que ha sido disparado en la sombra, el enamoramiento se sufre en la sombra, en lo oculto. Comparar dos acciones en apariencia tan contrariadas parecería un ejercicio forzado, pero es debido a la apertura personal casi autobiográfica que el cineasta François Truffaut imprime en cada una de sus cintas la que hace que los paralelismos no solo resulten provocadores, sino también como una metáfora acertada acerca del enamoramiento y la obsesión.

     En Besos Robados, Truffaut da seguimiento al personaje de Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), mismo personaje que vimos en sus cintas Los 400 Golpes (1959) y El Amor a los Veinte Años (1962). En esta ocasión, Antoine se verá enfrentado a los retos de la juventud y la adultez al ser contratado en una agencia de detectives privados, a la vez que lidia con el enamoramiento hacía su amiga Christine (Claude Jade).

     Fiel a su estilo, el cineasta de origen francés nos arroja una serie de situaciones que parecen no tener relación alguna, tal cual fuese una serie de sucesos cotidianos sin un significado correlativo. Esto lejos está lejos de ser un fallo, ya que es a través de este tipo de detalles que el mundo de Truffaut se siente genuino. Un reflejo de las aspiraciones estéticas que se lograran a alcanzar en la llamada nouvelle vague en Francia.

     Una lectura que pudiese ayudarnos a comprender la tesis de Truffaut viene a través de esa pequeña comparación que uno de los personajes de la cinta hace respecto al trabajo de Antoine con James Bond, el mítico personaje central de la saga 007. En las cintas de espionaje se nos presenta a un Bond que consuma sus encuentros amorosos como si este fuese un imán sexual sobrehumano. Algo que la mayoría de las personas solo ve factible en la ficción. Por otro lado, en Besos Robados, los personajes viven al acecho de sus objetos de interés, y en vez de ser seductores natos, se esconden continuamente bajo un halo de timidez que se ve representada en la torpeza de Antoine para esconderse tras un periódico, o bajo su tartamudez al hablar con otros. Aquí los personajes tendrán que pagar por tener sexo, esto debido a que sus intereses afectivos no les corresponden. Por si fuera poco, siempre notamos a personas fuera de foco, dando la impresión que persiguen las acciones de los personajes, al igual que en ocasiones, la cámara subjetiva nos pone en la piel tímida de los que observan. Todo lo anterior ayuda a reforzar la comprensión y distinción entre el deseo sexual, el anhelo afectivo, la obsesión y la desilusión amorosa.

     Besos Robados no es un desfile de poesía amorosa, ni mucho menos un cuento de hadas lleno de magia. Es un retrato sobre la maduración y la contención sentimental, exenta de situaciones melodramáticas. Una demostración de la madurez emocional surgida a través de la timidez y la valentía de expresar nuestras emociones contenidas. Probablemente nosotros alguna vez hemos observando en silencio, o quizá fuimos observados sin notarlo.

Calificación: 10/10


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